Ya han visto otros
por nosotros y nos han transmitido su testimonio. La Buena Noticia ya fue anunciada y ahora nos
toca a nosotros recibirla, aceptarla y anunciarla. Por tanto, la fe es
condición sine qua no sin la cual la luz no se hará dentro de tu corazón.
Crees, te fías de la Palabra de Jesús o sigues tu propia palabra. ¿Acaso no te
das cuenta de tus errores y limitaciones? ¿Necesitas ver algo espectacular, algún
milagro para, si te parece, creer?
Precisamente,
aquellos que vienen de otros lugares y que de alguna manera han quedado fuera o
al margen del anuncio de la salvación, son los primeros en creer, en fiarse de
la Palabra de Dios. Mientras, a los que directamente ha sido dirigida y
anunciada, se resisten y piden signos, pruebas y actos espectaculares para ver
si les convencen o les mueve a, satisfecha su curiosidad, creer. No está
encendida, menos incandescente, el fuego de sus corazones y están muy lejos de
rendirse y abrirse a la Palabra de Dios.
Las preguntas que nos
preocupan y sobre las que hemos nosotros de reflexionar se nos ponen delante de
manera clara e interrogante: ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Respondo y me abro a
la Palabra de Dios como aquellos habitantes de Nínive o Reina del Sur? ¿Busco con
inquietud un encuentro con el Señor y dar respuesta a mi vida desde su Palabra?
Se trata de ver lo que hay dentro de nuestro corazón, qué guardamos en él y de
que manera tratamos de darle vida a esas inquietudes e interrogantes que se nos
plantea.
De momento, lo mejor y lo que yo propongo desde mi experiencia y testimonio es dejarnos conducir por el Espíritu Santo, recibido en nuestro Bautismo, y fiarnos de la Palabra de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, muerto y Resucitado. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna.