De alguna manera,
los tiempos de hoy se parecen a los de ayer. Los valores no cambian, y el mal
sigue perdurando en los corazones de aquellos que se cierran al Espíritu del bien,
del amor y la misericordia. Esa es la realidad que evidentemente han padecido
los de ayer, y también padecemos los de hoy.
Es contradictorio
escuchar como aquellos que se creen justo critican a quien hace el bien. No es
lógico criticar a quien pasa haciendo el bien, expulsando demonios y curando a
todo el que se le acerca y le pide que le cure. No se entiende como se puede criticar,
rechazar y expulsar alegando como que se busca a sí mismo haciendo solo su
interés particular. Todo está y queda fuera de lugar.
Pero, la realidad
es esa. Y lo es porque lo observamos con nuestros propios ojos ahora también en
nuestro tiempo. Muchos dicen mentiras poniéndolas en lugar de la verdad, y
critican al justo y que busca el bien aduciendo mentiras y culpándolos de todo
el mal que ellos mismos ejecutan.
Sin embargo, Jesús
abre sus brazos misericordiosos para todos, pero deja claro que aquellos que
cierran sus corazones al Espíritu de la Verdad no podrán ser perdonados. Son
ellos mismos los que se inculpan y se niegan la salvación misericordiosa que
Dios les regala.