Será muy
importante entender esto de “último” porque no se trata de quedarse detrás,
atrás o llegar el último. Se trata de humildad, de experimentarse pequeño,
necesitado e hijo de un Padre todopoderoso que te ama y te ofrece su Infinita
Misericordia para que tú entres también en su casa y goce en ella plena y
eternamente.
María, su Madre, así
lo entendió y fue siempre elegida entre la última. La última que detrás de su
Hijo permaneció junto a Él al pie de la cruz; la última en guardar silencio en
lo más profundo de su corazón y, sin entender muchas cosas, obedecer fielmente
a la Palabra de su Hijo y de su Padre Dios. La última en humillarse y reconocer
que Dios ha mirado la humillación de su esclava. La última hasta el punto de
ser, junto a José su castísimo esposo, la menos que aparece e interviene de
forma activa en la vida pública de Jesús.
Ser último es ser
humilde y estar disponible al servicio del amor. María, elegida Madre de Dios,
se pone a disposición de su prima Isabel. María elegida Madre del Salvador no le
enaltece ni le llena de vanagloria esa elección sino todo lo contrario, la
llena de humildad, de sencillez y de actitud de servicio al necesitado.
¿Y nosotros, qué nos decimos? ¿Cómo nos proponemos al ser consciente de que en el bautismo somos verdaderos hijos de Dios? ¿Nos abrimos a su Palabra humildemente con deseo de servicio y disponibilidad? ¿Nos miramos en María, también nuestra Madre, para tratar de parecernos a ella? ¿Buscamos, como María, estar entre los últimos llenándonos de humildad y obediencia a la Palabra de Dios?