martes, 8 de febrero de 2022

¿TRADICIONES O PALABRA DE DIOS?

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Mc 7,1-13

La pregunta que surge al leer este pasaje evangélico es: ¿Están nuestras tradiciones y leyes antes que la Palabra de Dios? ¿Es más importante la ley dictada por los hombres que la Voluntad de Dios? Es decir, anteponemos nuestras tradiciones al amor y bien del hombre. Porque, una cosa es la ley y las tradiciones y otra cosa es el bien del hombre. Y, el hombre, criatura de Dios, es su primera opción. Envía a su Hijo y lo entrega a una muerte de Cruz para rescatarnos de la esclavitud del pecado. No hay mayor Amor que ese, ni más prueba de Amor que entregar su Vida libremente y por amor. Sin condiciones y gratuitamente.

Ante esta realidad, ¿cómo se puede anteponer, al bien del hombre, tradiciones y costumbres que se limitan a actos externos de limpieza o higiene? Está bien que se cumplan, pero nunca con carácter de ley ni de exigencia. El cumplimiento nunca será tabla de salvación, porque, lo verdaderamente importante es la intención del corazón. Un corazón bien intencionado siempre estará en la línea de la verdad y la justicia. Y, evidentemente, cumplirá las leyes y lo establecido siempre que sea para  bien del hombre. Nunca por mero cumplimiento.

Partiendo de que Dios – nuestro Padre – nos ama con un Amor Misericordioso y, por eso, nos salvamos, ¿no tenemos también nosotros que amar de la misma forma? ¿Y, la Misericordia no está antes que la ley? Por tanto, las tradiciones y las leyes que las rigen, nunca pueden someter la conducta del hombre. Sólo el amor puede condenarlo. Esa fue una de las controversias que Jesús tuvo con los fariseos de su tiempo. Ellos anteponían sus tradiciones y leyes antes que el amor y la búsqueda del bien del hombre. Hacen extensivas muchas leyes y tradiciones al pueblo, cuando son exclusivas sólo para los sacerdotes, tal como era esta de lavarse las manos ante de ofrecer un sacrificio.

No miran para el bien del hombre, sino someten al hombre a la tradición o ley. ¿No ha creado Dios al hombre para que administre y goce de todo lo creado para su bien y provecho? Luego, ¿cómo se puede anteponer todo lo creado «para y en función del hombre» a la criatura – creada a imagen y semejanza de Dios (el hombre)  – objeto del Amor Infinito y Misericordioso de Dios? No perdamos nunca de vista que, lo primero es la Voluntad de Dios.