Tu sinceridad debe
notarse claramente. Y eso significa que tu palabra está considerada verdad y
compromiso. Cuando cumples tu palabra se fortalece y tu compromiso toma valor.
De modo que te basta decir sí, o no para que tu palabra tenga verdad y
cumplimiento.
Ofrecer apuestas,
juramentos y exageraciones con el afán de convencer o persuadir no es
aconsejable ni son de fiar. Cuando se habla en verdad simplemente basta decir
sí o no. Y si realmente estamos con el Señor, nuestra palabra debe estar
apoyada en Él, de modo que la verdad es la que debe imperar en nuestros síes o
noes.
Se trata de vivir
en la verdad y hablar con el compromiso de estar siempre diciendo la verdad.
Dudar de nuestra palabra y confesar hipócritamente cosas que no son ciertas no
lleva a la disyuntiva de la duda, de la mentira y del falso juramento. Y menos
cuando, quizás sin darnos cuenta, ponemos a Dios por testigos de nuestras
palabras.
Dios es la Verdad,
y en nuestro vivir de cada día estamos, con nuestras palabras y verdad,
anunciando y dando testimonio de nuestro Padre Dios. Al menos eso es lo que
debemos hacer. Por tanto, basta decir sí o no para afirmar o negar cualquier
cosa que sepamos no está en la verdad o, por el contrario, negarla si sabemos
que es mentira. Hablar en ese sentido con compromiso y verdad es reflejar en
nuestras palabras la imagen de Dios, que es Camino, Verdad y Vida.