jueves, 3 de noviembre de 2022

IMPORTA BUSCAR A LA OVEJA PERDIDA

No prima salir al rescate del que está a buen recaudo, sino salir en busca del perdido, de que anda en peligro de perderse. Los fariseos y los escribas no estaban de acuerdo que Jesús se reuniese con los publicanos y pecadores. Murmuraban de Jesús y le señalaban al verlo entre fariseos y publicanos. ¡Pensemos!, ¿murmuramos nosotros también? Porque, dentro de la Iglesia hay también hoy muchas murmuraciones.

Lo verdaderamente importante es la salvación del hombre. ¿Qué importa todo lo demás? ¡Las cosas del mundo son y se quedan en el mundo! El hombre solo se lleva sus buenas o malas obras. De modo que, importa llenar nuestra vida de buenas obras. Obras de verdadero amor, aquel que se da gratuitamente y buscando siempre el bien del hombre.

Y Dios, encarnado en naturaleza humana, se hace hombre para, cercano a él buscar su bien y su salvación. Ahora, ¿quiénes son los que necesitan? Suponemos que los suficientes, los que se buscan y confían en ellos mismos y los que endiosan sus vidas rechazaran toda ayuda de un Dios humilde, manso y que nace y viene de entre los pobres. Y solo, los que sienten la necesidad de ser salvados porque se sienten pobres, limitados, perdidos y sometidos al pecado de este mundo, levantaran la mirada y tenderán sus manos a la Infinita Misericordia de Dios.

Por eso, Jesús, viene a los pobres; anuncia la Buena Noticia a los pobres y se mezcla con los pobres, publicanos y pecadores. Porque son ellos los necesitados de la Gracia de Dios. Y, la primera condición para dejarse salvar por la Gracia del Señor es experimentar esa pobreza de espíritu de pecador y, en consecuencia, ansiar la necesidad de ser liberado de ese pecado que nos esclaviza y somete.

Y experimentarlo nos llena de alegría y de gozo. Sentirnos salvados por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios, por los méritos de su Hijo, nuestro Señor, es el mayor gozo de este mundo.