sábado, 17 de agosto de 2019

UN CORAZÓN DE NIÑO

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Mt 19,13-15
Por naturaleza somos desconfiados y nos cuesta creer. Con los años nuestros corazones se han ido endureciendo y abrirlos en actitud de disponibilidad nos cuesta mucho. Se vuelven tierra dura e impenetrable donde hasta al agua le cuesta abrirse camino.. Necesitamos ablandarlos, renovarlos y abonarlos con tierra nueva y buena para que en él germine la buena semilla y dé frutos.

Se hace necesario un corazón nuevo capaz de confiar y de creer. Un corazón capaz de vivir intensamente la Buena Noticia de salvación. Un corazón confiado, sencillo, humilde y dispuesto a abrirse al amor del Padre y, desde Él. a los demás hombres y mujeres que le rodean. Necesitamos un corazón de niño que confía y cree. Porque, así somos desde niño y así tenemos que volver a transformar nuestros corazones, endurecidos por el transcurrir del tiempo, si queremos acoger y aceptar el Reino de Dios y encontrarnos verdaderamente con el Señor.

Las actitudes para acoger el Reino de Dios se fundamentan en una abandonada confianza y una fe ciega y confiada en la Palabra de Dios. Y decimos ciega porque nuestra capacidad intelectual nunca podrá alcanzar a comprender tan alto misterio, pero si puede razonarlo y comprenderlo con los ojos de la fe. Estas son las actitudes que presentan los niños y que de mayores hemos perdido al endurecer nuestros corazones. Regresar a nuestro origen primero y adoptar una actitud como si de un niño se tratara es vital para poder entrar en el Reino de los Cielos.

Por lo tanto, la cuestión es abrir nuestros corazones con toda confianza y en una actitud de disponibilidad abiertos a la fe. Una fe que recibimos del Señor. Pero, sin olvidar que es una propuesta que el Señor nos hace y eso corresponde a un esfuerzo que nosotros tenemos que hacer. Se trata de volver a ser como niños.