Jn 16,29-33 |
Por lo tanto, es de buen gusto y de persona inteligente ponerse en Manos del Espíritu Santo para que le oriente y le conduzca por el buen camino hacia la felicidad. Porque, una cosa está clara y a la que no debemos renunciar, la felicidad. ¡Claro!, hemos sido creados para ser felices. No a medio gas ni por un cierto tiempo, sino plenamente y para siempre. Y a esa felicidad sería absurdo renunciar. Ahora, para darnos cuenta de ello necesitamos caminar en la Luz, la verdadera y única Luz que nos puede llevar a ese gozo y felicidad plena y eterna.
Y esa Luz no se encuentra en el mundo. Viene de arriba y ha sido enviada una vez que Jesús ha ascendido al Cielo. Por tanto, la Ascensión del Señor marca el punto del comienzo de la llegada del Espíritu Santo a nuestro corazón para guiarnos por el camino de la salvación. Él nos guiará, nos alumbrará el camino y nos fortalecerá nuestro espíritu para superar los peligros, las cruces y tentaciones que surgirán en nuestras vidas.
Porque, seguir a Jesús no solo no es fácil, sino que nos será imposible hacerlo por nosotros mismos. Necesitamos el auxilio y la compañía del Espíritu Santo. Así lo hizo Jesús y así nos señaló el camino, para que, como Él y en el Espíritu Santo, podamos vencer, sin miedos y con toda garantía, la esclavitud del pecado.