lunes, 27 de febrero de 2023

UN JUICIO DE MISERICORDIA

Se trata de limpiar nuestro corazón de toda impureza y de transformarnos definitivamente. Claro, eso necesitará de una purificación de nuestros corazones que hará justicia según la vida y las obras de cada uno. Y, ¡por supuesto!, llegará ese momento en la hora final de nuestra vida. De ahí que tengamos que estar preparados y vigilantes. Jesús nos lo ha advertido muchas veces y en parábolas:  las diez vírgenes – Mt 25, 1-13; ovejas y cabras – Mt 25, 31-46 que hoy nos expone y otras.

Todo se concreta en la media de amor que cada uno podamos dar. Es evidente que Dios, nuestro Padre, es Infinitamente Misericordioso, pero eso no significa que deja pasar las malas actitudes y pecados de sus hijos. Sobre todo ese olvido y mirada indiferente hacia otro lado olvidando el sufrimiento de los necesitados, de los indigentes y de los pobres que son incapaces de organizar su vida y de estructurarla convenientemente.

Nos olvidamos de las flaquezas y debilidades que tenemos que en muchos se manifiestan de forma ineludibles sintiéndose incapaces de evitarlo. No podemos mirar para otro lado ni buscar falsas justificaciones que nos auto engañan. Hay que hacerles frente y darnos en amor misericordioso compartiendo según nuestras posibilidades. ¿No lo hace nuestro Padre con nosotros? Pues, en correspondencia amorosa tendremos nosotros también que hacerlo.

Eso sí, somos débiles y necesitamos la Gracia, Sabiduría y Fortaleza del Padre para saber actuar, discernir y darnos generosamente aliviando el dolor, sufrimiento y carencias de los más necesitados. Pidámosla con la confianza que nuestro Padre Dios nos escucha y sabe de la buena intención de nuestro corazón.