jueves, 20 de marzo de 2025

EL PELIGRO DEL RICO: NI VEN NI SE COMPADECE

Diría que nada ha cambiado. Tanto los ricos de ayer como los de hoy, salvo excepciones, ni ven la pobreza de otros, ni tampoco se compadecen. Como muy bien cuenta la parábola, aquel hombre rico – que representa a todos los ricos, incluso más allá de los crematísticos – es indiferente al pobre que, a su puerta, sufre de un modo considerable la carencia de todo. Y así, hoy, sucede entre muchos, excluidos del mundo, y otros, con abundancia notable.

La diferencia es insalvable. Entre los ricos del mundo y los pobres excluidos de él. No obstante, sabemos que Jesús declara sus predilectos a los pobres o excluidos. De alguna manera, Él, experimenta también esa pobreza y exclusión desde su gestación en el seno de María antes de venir a este mundo. Y, previo a su nacimiento, fue excluido hasta el extremo de venir a este mundo en un abandonado establo. Allí, sus padres, se ingeniaron un pesebre.

De la misma manera, esa distancia entre unos y otros será, tal como cuenta la parábola, también insalvable en la verdadera vida eterna. Y no es que la indiferencia hacia el otro no se pague y se perdone. ¡Claro que sí, la Misericordia de Dios es Infinita! Ahora, ahora ese perdón exige arrepentimiento y reparación. Nuestro Padre es infinitamente Misericordioso, pero también infinitamente justo.

Y eso lo vemos en la conclusión de la parábola que hoy nos trae el Evangelio. La clave es compartir, y también la fe. Una situación muy de acuerdo con los tiempos que corren y muy actual en cada época de nuestra vida.