martes, 20 de abril de 2021

HAMBRE Y SED

Jn 6,30-35

 

Hambre y sed de muchas clases. El hombre necesita alimentarse y, de no hacerlo, sus fuerzas se debilitan hasta el punto de fallecer. Por tanto, la evidencia de alimentarse es imperiosa y vital. Pero, una vez saciado esa hambre material, el hombre no queda satisfecho, sigue teniendo hambre. Hambre de poder; hambre de poseer; hambre de saber; hambre de satisfacerse de muchas apetencias que siente su corazón, pasiones, odios, envidias y, sobre todo, deseos de amar.

Se siente agitado y hasta atormentado por tantos deseos, y busca y busca saciar esa hambre y esa sed, no solo material sin también espiritual. Pero, ¿dónde? Está en el mundo, un mundo que artificialmente y a modo de espejismo le presenta paraísos de felicidad. Paraísos que, de la misma forma que se levantan, también se derrumban y desaparecen. Y tras corres por este mundo descubres que en él no encuentras esa felicidad y satisfacción que buscas.

¿Dónde, pues, ir? La aparición en este mundo de Jesús convoca a mucha gente. Y lo hace porque descubren en Él la solución a sus problemas tanto de hambre como de salud. Le buscan y le siguen, pero, su principal objetivo es saciar su hambre y su sed. Y, Jesús no ha venido para eso, sino para darnos plenamente lo que realmente buscamos, el Pan de Vida Eterna. Ese verdadero alimento que nos da la felicidad eterna. 

Una felicidad que, primero, necesita un esfuerzo; un camino de pasión, dolor y sufrimiento aceptando los avatares que el propio camino te presenta, y, sobre todo, una fe en Aquel que te invita a seguirle hasta encontrar tras ese camino de pasión y dolor, la Resurrección Eterna y el gozo pleno de felicidad en la Casa del Padre.