sábado, 10 de agosto de 2019

VIVIR PARA DAR FRUTOS

Resultado de imagen de Jn 12,24-26
Por experiencia nos sabemos tentados e inclinados de forma egoísta a las pasiones, a las satisfacciones y a atesorar bienes y riquezas. Buscamos ser mejores que otros y nos sentimos esclavos de un deseo de vanidad y avaricia. Tratar de interrumpir esas inclinaciones nos resulta misión harto difícil, por no decir imposible, y nos someten a una batalla a muerte cada día. 

Queremos casi siempre responder de otra manera a esos impulsos animalizados humanamente y egoístas, pero se nos hace cuesta arriba. Pablo lo expresaba muy bien cuando decía que no hacía lo que quería y sí lo que no quería - Rm 7, 15 -. Ante esta realidad se nos presenta la disyuntiva de morir a nuestros egoísmos o vivir para ellos. Tú eliges. 

Creo que esa es la clave y la batalla que se nos presenta cada día. Porque, mucha atención , cada día libramos una batalla diferente que no tiene nada que ver con la del día anterior. Partimos de cero y empezamos un nuevo día con sus tentaciones, dudas, retos y desafíos en respuesta al seguimiento del Señor. Creo que ahí está escondida nuestra respuesta al sígueme al que te invita Jesús. Supongo que esa fue la elección de aquel joven rico a la invitación de Jesús a seguirle. Posiblemente, prefirió quedarse instalado en sus cumplimientos ante de emprender un camino lleno de inseguridades y riesgos que comporta seguir al Señor. Pero, un camino garantizado y apoyado en su Palabra de Vida Eterna.

Ahí, supongo, descansa también nuestra cuestión, dejar todo y abandonarnos en Manos del Señor o optar por nuestras seguridades y comodidades. Cuestionar nuestro tiempo y ponerle condiciones o dejarlo todo en Manos del Señor y entregárselo totalmente. Se trata de ponernos en actitud de servicio a los demás por amor y respuesta a Jesús. No resulta nada fácil porque eso nos presenta una lucha a muerte cada día. No hay descanso. 

Una lucha que consiste en ir muriendo a nuestro yo, a nuestros egoísmos para dar nuevos frutos consecuencia del amor en el servicio a los demás. Un morir para resurgir a una vida nueva que esconde la plenitud de gozo y eternidad.