lunes, 5 de octubre de 2020

LA NECESIDAD DE PEDIR

 

Por mucho que queramos esconderlo todos necesitamos de los demás. Por esa razón vivimos en relación unos con los otros y en estrecha necesidad de unos para los otros. De modo, que cualquier ruptura en esa cadena de dependencia interrumpe la vida de los otros. Tanto dependo yo de ti que tú de mí. Y eso se nota en los acontecimientos normales y naturales de cada día. No digamos ahora en este tiempo pandémico que vivimos en la actualidad. No hace falta decir que esta realidad se ha puesto de manifiesto.

Por tanto, igual que la Palabra de ayer, la de hoy se hace actualidad ahora. La Viña necesita de tu trabajo y del mío. Todos dependemos de todos y la necesidad de pedir se pone de manifiesto. Es necesario pedir y, Jesús, el Hijo de Dios, lo sabe y nos llama la atención a ello. Evidentemente, necesitamos pedir y esa necesidad descubre nuestra pequeñez y nuestra humildad. Igual que los hijos necesitan de sus padres, también nosotros necesitamos de nuestro Padre Dios.

No hace falta descubrir que los padres se dan cuenta de las necesidades de sus hijos, y, con su esfuerzo tratan de satisfacerlas, pero, al margen, les gusta que sus hijos les hablen y les digan de sus necesidades. Dios, al que no se le esconde nada, también quiere que, al darnos la libertad de elegir, elijamos, valga la redundancia, el relacionarnos con Él y le hablemos de nuestras necesidades. Sobre todo, las que nos ayudan y nos sirven para hacer su Voluntad.

Porque, como buen Padre, Dios quiere nuestro bien y no nos dará sino aquello que nos ayude y nos sirva para nuestro bien, que no es otro que el de llegar a su Casa y gozar con y junto a Él la plenitud de la Vida Eterna.