La
oscuridad se había adueñado del grupo. Todo era desolación, angustia y
confusión. Habían crucificado al Señor, y de forma cruenta, violenta y cruel.
¿Cómo era eso posible? Y los discípulos se habían escondido, a excepción de
Juan, la madre de Jesús y algunas mujeres. Incluso, Pedro, el valiente Pedro le
había negado tres veces ante de que cantara el gallo, tal y como le había dicho
Jesús.
Pero,
todo eso estaba escrito y profetizado. Era necesario que Jesús entregara su
Vida para redención de todos nuestros pecados, y al tercer día resucitaría. Y
así ha sucedido, ¡Jesús ha Resucitado!, y con Él vuelve la alegría y la
esperanza. Todo se ha producido tal y como Él nos ha dicho. El amor ha vencido
al odio, la fuerza, el poder.
La cruz,
signo hasta el momento de muerte, de condena y perdición, se ha convertido
ahora de triunfo, de amor y misericordia. Cruz de victoria y resurrección. Es
posible que muchos, seducidos por el poder del mundo, no quieran creer. Así
termina el Evangelio de hoy: … Ellos tomaron el dinero y obraron conforme …
pero tú, querido lector y hermano en la fe, experimentas que dentro de ti hay
un deseo inmenso de felicidad eterna. Y esa felicidad eterna sólo te la puede
dar quien ha vencido a la muerte, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios Vivo.