En el fondo la
cuestión es responder como María. Su respuesta es la respuesta – valga la
redundancia – que todos queremos dar también en nuestra vida. Y, mirándola,
podemos aprender mucho de cómo hacerla y darla. Su Magníficat es un compendio
de cómo debemos actuar y proceder en respuesta a esa llamada que Dios también
nos hace a cada uno de nosotros.
La primera actitud
que nos enseña María es la humildad. Ser humilde es reconocernos criaturas de
un Padre Dios que nos ha creado por amor y que todo lo que somos y seremos es
por su Gracia gratuita y misericordiosa. María, diríamos que de alguna manera
profetiza que será felicitada y venerada por todas las generaciones. Y así ha
sucedido. ¿Qué pueblo no venera a María bajo alguna advocación? Y también nos avanza
la Infinita Misericordia de Dios para todas las generaciones.
También, María nos
enseña a estar disponible y pronto al servicio. A dejar a un lado la suficiencia,
la vanagloria y todo lo que nos enaltece egoístamente para olvidándose de sí
misma, de ser la mujer más importante del universo por ser la elegida para ser
la Madre de Mesías prometido, salir pronto con la actitud de servicio a casa de
su prima Isabel.
María nos enseña y
muestra la acción de Dios sobre los hombres dispersando a los soberbios,
derribando a los poderosos y enalteciendo a los humildes. María nos señala el
camino por donde vamos a encontrarnos con su Hijo. Mará, Madre de Dios, camino
para todos sus hijos que bajo su amparo y su intercesión nos encontramos con el
Mesías, ese Mesías que ella, por la Gracia de Dios, dio a luz en Belén. María,
camino de encuentro con el Salvador que nos libera de la esclavitud del pecado.
Gracias Madre porque tu vida es un libro abierto de humildad y obediencia a la llamada de Dios que nos estimula y nos anima a actuar como tú.