Jn 5,1-3.5-16 |
Lo frecuente y, casi nos parece normal, es que busquemos a Jesús. Normalmente ocurre eso, lo busca el funcionario real de ayer, el ciego y el leproso y, en muy pocas situaciones Jesús, bien compadecido - el hijo de la viuda - Lc 7, 11-17 - o bien por advertir tu pasividad acomodada e instalada se presenta ante ti. Es el caso del Evangelio de hoy. Aquel hombre, tumbado en la piscina de Betsaida, yacía inmóvil y descargando su estado en la indiferencia de los demás que no le ayudaban. Llevaba treinta y ocho años en esa situación hasta que Jesús se le acercó para sacarlo de esa situación.
¿Te has preguntado si a ti te ocurre igual? ¿Te has preguntado si tú llevas treinta o más años alejado del Señor y, si no tumbado, sí esperando que alguien te sumerja en la fe? ¿No piensas que debes ponerte en camino y buscar al Señor?
La Misericordia del Señor es Infinita y Él da el primer paso, pero, al hacernos libres y dejar impreso en nuestros corazones su Ley y su Amor, espera que tú también te muevas y lo busques. Y que lo proclames con tu vida y con tus obras. Es lo que Jesús le dice a aquel hombre cuando se encuentra con él en el templo: Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Sabemos, a al menos debemos saberlo, Jesús está pendiente de nosotros, y de alguna forma se hace el encontradizo contigo. Puede hacerlo directamente o a través de alguien o de un acontecimiento, pero te busca y espera tu respuesta y tu movimiento. Quizás lo esté haciendo en este momento o lo haya hecho ya y tú no reaccionas. No esperes más, levántate y camina hacia Él. Te está esperando.