sábado, 2 de diciembre de 2023

VIGILANTES EN ESTADO PERMANENTE

No te está permitido relajarte ni descansar. Esos instantes, al menor descuido, el tentados aprovecha la ocasión para seducirte, para llenar tu corazón del ruido mundanal que te atrae, te distrae y termina por seducirte.

¿Y qué es lo que busca? Simplemente, llenar tu corazón de las cosas del mundo que te procuren placer, satisfacción y divertimento. La sensación es aparentemente de felicidad, pero, pronto, todo vuelve a su cauce y tu estado vuelve a ser el mismo. Todo lo de aquí abajo es obsoleto y caduco y, en consecuencia, están destinado a desaparecer. Y lo que desaparece no puede nunca hacerte feliz. Sencillamente, desde que desaparece nada queda y tu ilusoria felicidad se evapora.

¿Qué hacer entonces? Reconocerte débil, pecador y caminar unido e injertado en el Espíritu Santo. ¡Recuerda!, lo has recibido el día de tu bautizo. Ha venido precisamente para eso, para acompañarte en ese camino lleno de peligros y tentaciones y fortalecerte para que puedas soportarlo y superarlo. Para mantenerte despierto y vigilante y firme en tu fe, esperanza y caridad.

Viene, el Espíritu, a sacarte de ti mismo, de tu entorno viciado, de tus problemas de siempre y de tu rutina de cada día. Porque, eso te cansa, te aburre y te paraliza. Te da pereza, dejadez y tedio y buscas alegrar tu vida con las cosas de un mundo caduco. Entras, casi sin darte cuenta, en la raíz del letargo y la pereza de la que habla precisamente el Evangelio.

Es el Adviento un tiempo que nos ayuda a salir de ese ambiente tronador de luces y fiestas que nos tientan a divertirnos y a olvidarnos precisamente de que Dios, hecho hombre, ha nacido. Es la Buena Noticia de salvación.