martes, 22 de febrero de 2022

ATAR Y DESATAR

 


Pedro, respondiendo a la pregunta de Jesús, confiesa que es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo. Sin lugar a duda, su respuesta no sale ni viene de su intelecto ni de su sabiduría, le viene del Padre que está en los cielos, tal y como le responde Jesús: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella».

Nuestra confianza y esperanza descansa en esas Palabras de Jesús: El poder del infierno no podrá contra la Iglesia. Nada podrá el diablo, aunque aparentemente parezca que tiene el mundo en sus manos, contra el Poder de Dios. La guerra está ganada. La ganó Jesús al entregar, voluntariamente y por amor, su Vida en la Cruz. En ese instante, el Amor triunfó sobre el mal y el pecado y, será cuestión de tiempo, el triunfo de nuestro Padre Dios. Él decidirá cuándo llegará ese momento.

Ahora, ¡mucho cuidado!, nosotros tenemos también nuestra propia guerra durante el tiempo y recorrido de nuestra vida por este mundo. Nos jugamos ese triunfo sobre el mal. Se trata de vivir nuestra vida en la Voluntad de Dios. Para ello, escuchar su Palabra y obedecer sus mandatos: Amar como Él nos ha amado y nos ama. No hay otro camino. Para ello, ha dejado poder a la Iglesia en las Palabras que dice a Pedro, para perdonar los pecados: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos», dándonos la oportunidad de limpiarnos, levantarnos y reemprender el camino.