jueves, 9 de enero de 2025

DESORIENTADOS Y ABANDONADOS

Es evidente y hasta cierto punto normal que en muchos momentos de tu vida te encuentres desorientado y hasta abandonado. Acostumbramos a llamar a eso «crisis o bajonas», al menos yo lo he oído decir a muchos compañeros.

Y es de sentido común, y por cierto muy evidente, que los discípulos se sintieran confusos, desorientados y sin saber a que atenerse. A esto le añades, cansancio, fatigas al remar teniendo viento en contra y, más todavía, la aparición de Jesús caminando sobre las aguas: ¿Qué puedes pensar?

Tratando de ponernos en el lugar de los discípulos podemos comprender la situación de confusión, de soledad y abandono y de miedo al pensar y confundir a Jesús con un fantasma o algo extraño. No entendemos nada; no podemos comprender cómo se pudo dar de comer a unas cinco mil personas con sólo cinco panes y dos peces. Muchos interrogantes para poder asimilarlos y comprenderlos.

Y, con toda esa revoltura en nuestra cabeza, aparece Jesús, el Señor, caminando sobre las aguas. Lo anormal sería no experimentar esa confusión, abandono o incomprensión. Y eso lo podemos extrapolar y experimentar en nuestra propia vida.

¿Cuántas veces nos hemos, y seguiremos sintiéndonos, confundidos, fatigados, desorientados, sin entender nada, con deseos de abandonar, de irnos a casa – Emaús – o de dejar de remar y que nos lleve cómodamente la corriente? Sin embargo, la presencia del Señor y su Palabra nos da serenidad, confianza, fortaleza, ánimo y deseos de seguir remando. ¿No lo experimentas así?