miércoles, 9 de noviembre de 2022

Y NOSOTROS, ¿CONVERTIMOS NUESTRO TEMPLO EN UN LUGAR DE TERTULIA Y ENCUENTRO DE AMIGOS?

 
Muchas veces me he hecho esa pregunta, ¿son nuestros templos hoy lugares de encuentro y tertulias con los amigos? ¿Son nuestros templos lugares para lucir y estrenar nuestro vestuario? ¿Son nuestros templos lugares donde buscamos lucir nuestros cuerpos y modelos a la moda, y dónde comparamos y lucimos nuestra siluetas, tipos y esbeltez?

¿O por el contrario, son nuestros templos el lugar donde acudimos a encontrarnos con el Señor y a dejarnos amar por Él abriéndonos a su Palabra y a su Gracia? Realmente, ¿vamos a buscar fortaleza y alimento espiritual para luego dar testimonio de palabra y vida en nuestros círculos y entorno social? ¿Y tratamos de, injertados en el Señor, de imitarle y testimoniar su Palabra con nuestra vida y obras?

Estas y otras muchas preguntas deberían cuestionar nuestra vida cristiana cada instante y cada día que nos acercamos a la Eucaristía. Porque, de no hacerlo podemos, quizás sin darnos cuenta, convertir nuestros templos en lugares de reunión, de encuentro y de pasar un buen rato con otras personas en un clima agradable y de intercambio. Al parecer algo así paso en tiempos de Jesús y, como nos dice el Evangelio de hoy martes – Juan 2, 13-22 – expulsó a aquellos que habían convertido la Casa de su Padre en un lugar de mercaderes, intercambio y negocio.

Tomemos conciencia que el Templo es el lugar donde permanece Jesús Sacramentado, bajo las especies de pan y vino. Es el lugar donde vamos a encontrarnos y a dejarnos encontrar con nuestro Señor. Es el lugar donde acudimos a dialogar y reconocer nuestros pecados y debilidades. Y, por supuesto, a pedirle su Misericordia Infinita para, limpios de pecados, seguir nuestra andadura por este mundo esforzándonos en imitarle auxiliados por su Gracia.