No parece bueno
descartar porque equivale, aunque no sea siempre así, prescindir algo que se
desechas y no se le da valor. Cuando descartas desvías tu mirada hacia otro
lado. Ese o eso que evitas no te interesa y no representa ningún valor para ti.
Descartar es sinónimo de eliminar y si eliminas no compartes. Y de alguna
manera eso significa que no te importa ni te compadeces.
Hemos sido creados
para compartir, porque amar, nuestra razón de ser, exige compartir y
preocuparnos los unos por los otros. Esa fue la lección que Jesús, el Señor,
nos da con su Vida. Nos amó y nos sigue amando hasta el último suspiro de nuestra
vida en este mundo. Cada Eucaristía es una entrega – no cruenta – pero real y
presente de su Vida por nosotros. Y una entrega incondicional sea cual sea tu
atención, tu interés, la intención de tu corazón, tu actitud y tu
disponibilidad. Jesús nos ama y lo demuestra con su Vida y Obras cada instante
de nuestra vida. Es más, vivimos y tenemos la posibilidad de ser redimidos, por
su Amor Misericordioso, que dicho sea de paso, no merecemos.
Tomemos ese camino de compartir porque si amamos esa es la característica principal que lo descubre. No se podrá amar sin compartir porque principalmente el amor comparte. Y además, en la media que nuestro corazón sea más justo y misericordioso estará más cerca de Dios. Dios es misericordia fiel que se extiende hasta la justicia plena.