domingo, 26 de abril de 2020

ES NECESARIO Y FUNDAMENTAL CONOCER LAS ESCRITURAS

Companions on a Faith Journey: Emmaus - April 30, 2017
Lc 24,13-35
Para apreciar a un amigo y confiar en él hay que, previamente, conocerle. Y el conocimiento de una persona no se puede adquirir en unos días, ni siquiera años. Se necesita estar con él, convivir con él y mucho tiempo para irle observado, escuchando e intimando. Ahora, asumidas estas premisas, podemos preguntarnos, ¿conocemos a Jesús, el Señor? ¿Sabemos y creemos que es el Señor, el Hijo de Dios Vivo? ¿Realmente, lo crees? Si es así, ¿cómo lo demuestras? Tus palabras y tu vida van de acuerdo y conforme al Plan que ha preparado su Padre enviándolo a Él a anunciártelo.

Tratar de responderte a esas preguntas es suficiente para ponerte en camino. Preguntas que duraran toda una vida, tu vida, y que exigen conocer muy bien al Señor Jesús. Y, como no somos sus contemporáneos, tenemos que recurrir a la Iglesia, la que Él ha dejado como depositaria de su Palabra. La Iglesia que se apoya y mama de las Escrituras que hablan del Plan pensado por Dios y la vida y obras del Mesías enviado, nuestro Señor Jesús. De esa manera le conoceremos bien y así podremos creer y confiar en su Palabra y en su presencia - ha Resucitado - entre nosotros.

Los apóstoles lo conocieron bien, sobre todo después de recibir al Espíritu Santo. Aquellos dos discípulos de Emaús, derrotados y tristes, habían dado por saldada la misión de la que les habló Jesús. ¿Cuál era la causa? Desconocían las Escrituras que, luego, Jesús, ya Resucitado, les fue descubriendo y exponiendo. Y el resultado fue que sus corazones ardieron de entusiasmo y esperanza hasta el punto que, al partir el pan, le reconocieron. ¿Le reconocer tú? 

Tendremos que esforzarnos en conocer mejor las Escrituras. No sólo conformarnos con lo que oímos en las hermosas homilías de las misas, sino con nuestro trabajo y nuestras lecturas diarias. Cada paso en las Escrituras habla del Plan de Dios y como se va gestando hasta la venida de Jesús. Él es la hora definitiva donde el Amor de Dios se revela plenamente a los hombres. Ya, como se dice en la primera lectura de hoy domingo, el rey David lo anunciaba.