Es Navidad y nace
un deseo de paz y gozo en el interior del corazón humano. Sin embargo, al mismo
tiempo, los poderosos se sienten amenazados por ese deseo de paz y amor, y
sienten la tentación de dejar claro que son ellos los que mandan y los que tienen
que ver con la paz y el amor.
La soberbia, la
vanidad, las ambición son pecados que se resisten a la Navidad. Porque, Navidad
es tiempo de paz y amor nacidos de ese Mesías que nace en ese tiempo elegido
por Dios y que viene enviado por Él a anunciar a los hombres su Infinito Amor y
Misericordia.
La Buena Noticia
que es anunciada a los pastores y que les llena de esperanza contrasta con la
obstaculización promovida por los poderosos que se sienten amenazados por ese
Niño Dios nacido en Belén. Una amenaza que sólo sale de sus corazones
endiosados, ensoberbecidos, mal intencionados y egoístas. Causa de ese
ensoberbecimiento origina la muerte de los santos inocentes, víctimas siempre
de aquellos que no quiere transigir con lo que es inhumano.
Los Herodes de todo los tiempos estarán siempre en pie de guerra al sentirse amenazados por la verdad, la justicia y la paz. Y por la esperanza de un mundo mejor, más digno y fraterno, en el que todas las personas somos hijos de un mismo Padre Dios. Belén representa todo eso que cualquier hombre, desde el más inhóspito rincón de este mundo, alberga en lo más profundo de su corazón: Amor y Paz. Y eso, al parecer, está reñido con los soberbios y poderosos.