Dentro de la
oración que Jesús nos recomienda, «el Padrenuestro»,
decimos y proclamamos ese compromiso de hacer la Voluntad de nuestro Padre y pedir
que venga su Reino. También añadimos la petición del pan de cada día y, sobre
todo, el perdón de nuestros pecados, de tal manera que en la medida que
nosotros perdonemos a los que nos ofenden, también seremos perdonados por
nuestro Padre Dios. Pero, si no perdonamos …
Podemos deducir y
comprender que nuestro Padre Dios ha dejado nuestra salvación en nuestras
manos, porque, en la medida que seamos capaces de perdonar a los que nos han
herido y ofendido, también seremos perdonados nosotros.
¿Qué significa
eso? Está muy claro, significa que si yo perdono, también seré perdonado. Y no
me lo dice un cualquiera, es Palabra de Dios. De modo que la garantía es plena.
Ahora, ¿soy consciente de que me será posible perdonar a quien me ha
perjudicado terriblemente? Es evidente que sabemos que no. Por y con nuestras
fuerzas no podremos perdonar a nuestros enemigos. Ahora, con el concurso de
nuestro Padre lo podremos hacer.
De ahí la necesidad de la oración y de practicarla. Agarrados a nuestro Padre del Cielo podemos lograr perdonar a nuestros enemigos. Por eso, confiados en su Palabra y guiados por la oración que nos enseña Jesús, su Hijo predilecto, decimos: Padrenuestro que estás en los cielos, santificado …