miércoles, 19 de octubre de 2022

LA CUESTIÓN ES LA ORACIÓN Y VIGILANCIA

Damos mucha importancia a la seguridad de este mundo. Seguridad para guardar a buen recaudo nuestros bienes, nuestros objetos de valor, nuestro tesoros con minúscula…etc. Pero, esa es la pregunta: ¿Guardamos nuestra alma vigilando estar preparados para cuando llegue la llamada de nuestra hora final? Porque, todo lo demás aún siendo importante no llega a la importancia y trascendencia de lo que nos jugamos en ese momento de nuestro ocaso.

Sin embargo, no se trata de esperar vigilando ese trascendental momento, sino, ¡esperar sí, pero con el mazo dando! Es decir, viviendo cada momento, cada instante como si fuera el último. En estado de alerta ante la actitud de actuar siempre en la verdad y según la Voluntad del Padre. En situación activa e inquietante de preguntarnos que nos pide nuestro Padre Dios en cada momento de mi vida.

Y en ese planteamiento de vida, la oración ocupa un lugar privilegiado. Hasta el punto de ser imprescindible como lo es la respiración o el alimento. No se puede llevar adelante un vida cristiana sin vigilancia – dice el Papa Francisco – pero, tampoco se podrá sostener esa vigilancia sin oración. La oración nos mueve y fortalece a estar vigilantes y atentos. A tener nuestra alcuza llena y nuestra lámpara encendida, ¿recuerdas?

En estas circunstancias la muerte – ese momento de nuestra partida de este mundo – no nos asusta tanto. Es la hora de la cita con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es el momento sublime de encontrarnos con la Verdad Absoluta. No le falta razón a Soeur Emmanuelle – monja francesa – cuando dijo que el momento de la muerte era el momento más glorioso de nuestra vida. Es el momento de nuestra verdad y esperanza.

Sería muy importante y cobra gran actualidad en el Evangelio de hoy esos diez consejos que propone el Papa Santo para la serenidad: ver aquí.