Cuando esperamos algo, sobre todo si es una promesa, lo magnificamos y nos lo imaginamos grande, poderoso, liberador y salvador de nuestros problemas. Nunca llegamos a pensar que el Mesías prometido, de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas pudiera ser un sencillo hombre de Nazaret y de orígenes humildes y pobres. Y es más todavía, para nada pensar que ese Mesías esperado sea de un pueblo vecino conocido e insignificante.
« ¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Es la pregunta que se hace Natanael. Y quizás también nos la hacemos nosotros hoy. ¿Qué Mesías esperamos nosotros? O planteado de otra manera, ¿qué Personaje creemos que es Jesús? ¿Creemos que es el Mesías prometido y el Hijo de Dios vivo? ¿Creemos que está entre nosotros? ¿Creemos que ha Resucitado de entre los muertos? En definitiva, ¿qué creemos respecto a su Person?.
Natanael respondió a esas dudas que tenía al encontrarse directamente con Jesús y confesó: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Bastó simplemente que Jesús le descubriera que ya le conocía y que sabía todo respecto de él. Posiblemente, tú y yo no nos demos cuenta de que Jesús también sabe de cada uno de nosotros todo. Nos conoces mejor que nosotros mismos y nos acompaña cada día en nuestro vivir cotidiano. Simplemente, como Natanael, debemos confiar y abrirnos a sus Palabras. Lo demás será cosa del Señor.
Nos toca a nosotros ahora plantearnos y responder a ese encuentro con el Señor. En nuestras manos está la decisión y la respuesta. Jesús, el Señor, nos espera pacientemente con los brazos abiertos.