martes, 29 de octubre de 2024

UNA CONVERSIÓN EN CRECIMIENTO

Es evidente que nuestra conversión no es cosa de hoy para mañana. Es cosa de tiempo y de maduración. Todo, al parecer, lleva su proceso y su tiempo, y la conversión es algo que se va fraguando al calor de la paciencia, la comprensión, el sacrificio y el dolor. Empieza de forma insignificante, pequeño y a penas perceptible, pero, como la levadura en la masa o la semilla sembrada, llegan a fermentar y crecer hasta el punto de transformarse en alimento – como pan o árbol donde los pájaros anidan –.

Estamos en continúa conversión y, dejaremos de estarlo en cuanto nos instalemos cómodamente en el camino y no seamos capaces de estar atentos al paso de Jesús como lo hizo Bartimeo. En cuanto no seamos capaces de saltar y dejar el manto de nuestras seguridades, afanes, búsquedas y preocupaciones para, despojados de toda esclavitud buscar al Señor.

Y ese camino nos exigirá levadura para fermentar, y semilla para hundirnos en la tierra y morir a nosotros para dejar paso a los frutos. Es decir, estamos en conversión y eso sólo lo lograremos de la mano del Espíritu Santo, que ha bajado a nosotros en nuestro bautismo para ser la Mano que amasa nuestra propia levadura y siembre nuestra propia semilla.