domingo, 1 de enero de 2023

Y SE LE PUSO POR NOMBRE JESÚS TAL Y COMO LE HABIA DICHO EL ÁNGEL

 

Lc 2, 16-21

Nuestra naturaleza es implacable. No se para aunque tiene pausas pero su camino es inexorable con el paso del tiempo. Se deteriora físicamente pero también, si no estamos expectantes y vigilantes, espiritualmente. Necesitamos tener siempre presente y en el centro de nuestro corazón a ese Niño Dios del que acabamos de celebrar su nacimiento. Ese Niño que ahora, nos dice el Evangelio, al cumplirse los ochos años para circuncidarlo, se le puso por nombre Jesús, tal y como le había dicho el ángel a María al anunciarle su maternidad.

Jesús nos enseña ese camino de vigilancia e intimidad con su Padre Dios. Él también ha asumido la naturaleza humana. Y la asume sin saltarse nada de lo que pertenece a la condición humana. Nace, crece, se esfuerza, siente, padece, sufre, tiene sed, hambre y necesidad de estar en permanente contacto con su Padre, de donde viene y ha sido enviado. Y se muestra tal es, un niño indefenso, débil, desarmado y sin ninguna señal de poder.

Los pastores que van corriendo no encuentra a un Niño poderoso y espectacular. No encuentran la solución a sus problemas de pobreza ni de sufrimiento. Pero se vuelven esperanzados y llenos de un gozo de esperanza y paz. Fortalecidos por la esperanza de encontrar en el tiempo respuesta a sus deseos de felicidad y vida eterna.

Es notorio, ese Niño nacido en Belén nos habla de una paz que se hace posible cuando somos capaces de despojarnos de todo deseo material que invade nuestro corazón y lo endurece egoístamente para enfrentarlo al otro. Cuando somos capaces de llenarnos de amor gratuito y darnos sin condiciones abiertamente, sin fisuras ni egoísmos. En Él – ese Niño – encontramos esa esperanza que huele a paz y salvación eterna.

PIDAMOS QUE ESTE AÑO SEA UN AÑO
DE CRECIMIENTO EN LA FE Y EN EL
COMPROMISO DE CONSTRUIR UN
MUNDO MEJOR.
CON ESOS DESEOS
FELIZ 2023