Nos lo dice tan
claro que nos cuesta creerlo. Sé que hay mucha gente, incluso creyentes, que
creen en un Dios abstracto, producto de su fe y su imaginación. Un Dios con el
que ellos solos se entienden y nada quieren saber de los demás. Ellos se forman
su propio código y sus propias reglas según entiendan la vida. ¿No es eso
absurdo y disparatado? ¿No descubre un egoísmo e individualismo que nada tiene
que ver con el amor?
La realidad es que
aunque nos parezca mentira eso sucede. Me he llevado algunas sorpresas en ese
sentido y hablo con conocimiento de causa. Pero, en descargo de eso diré que
eso ha existido siempre. Jesús fue rechazado por muchos en su paso por este mundo.
Y no porque no nos lo dijera tan claro que no deja lugar a duda: (Jn 14,7-14): En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me conocéis a mí, conoceréis
también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi
cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras» …
Dios ha creído
conveniente encarnarse en Naturaleza Humana y bajar a este mundo. Sin dejar de
ser Dios, despojado de todo privilegio, se hizo Hombre, nuestro Señor Jesús,
para cerca de ellos mostrarle el Amo Misericordioso del Padre y rescatarles con
su Pasión y Muerte, de la esclavitud del pecado.
Podremos pensar lo
que queramos pero Jesús lo ha dejado bastante claro: Creedme: yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. La cuestión es tener
fe y creer en su Palabra. Razones, testimonios y obras ha hecho para que su
Palabra tenga crédito.