Jn 8, 1-11 |
Aquellos al
parecer no contemplaron esa otra oportunidad. Siguieron con su apuesta y su
trampa y, tal como leemos en el Evangelio de hoy, le presentaron a esa mujer
adultera. Podemos leer lo que dice el Evangelio y concluir en nuestra propia
opinión. Pero, también conviene reflexionar y mirarnos por dentro, porque
quizás, nosotros, estamos también incluidos en esa muchedumbre que le tienta y
que juzga impunemente a quien no es más pecadora que nosotros mismos.
La ley puede
ayudarnos a esconder nuestras propias faltas, porque de no ser así posiblemente
seríamos más misericordiosos. Hay leyes injustas y quienes las legislan son los
primeros en no cumplirlas. Hay muchos ejemplos en nuestra vida y, precisamente
en estos momentos actuales se siguen cometiendo. Se legisla para unos mientras
otros se excluyen por su propia voluntad. Cuando eres capaz de descubrir tu
propia mentira, tu conciencia pueda ayudarte a corregirte y empezar un nuevo
camino.
Algo así sucedió con aquellos escribas y fariseos cuando le presentaron a aquella mujer adultera. A la respuesta de Jesús decidieron tirar las piedras que tenían preparadas en sus manos y retirarse empezando por los más viejos. Posiblemente los que más tenían pecados. Quizás sea esa la lección que hoy podamos sacar para nuestro propio provecho e interés de proponernos cambiar el rumbo de nuestra vida.