La elección de los
doce es un misterio. Nos podemos hacer muchas preguntas pero ninguna tiene
respuesta. Jesús elige a doce de los discípulos que le seguían porque quiso
hacerlo así. Eligió a los que eligíó, hoy los conocemos, porque quiso hacerlo
así. Los conocía y sabía de sus debilidades y miserias hasta el punto de que se
quedó solo en la cruz.
La llamada del
Señor depende y es sola de Él. No podemos nosotros elegirnos ni subirnos a la
Barca por nuestra cuenta. Será el Señor quien nos invite y nos ponga en el
lugar que nos corresponde. Eso sí, tendremos que estar siempre abiertos a lo
que Él decida de nosotros y, fortalecidos en esa espera y paciencia, estar a su
lado humildemente y disponible a seguirle.
Será siempre
difícil y complicado responderle. Porque, la cuestión es olvidarnos de nosotros
y darnos a los demás. Fue lo que hizo Él y lo que el seguirle nos exigirá. Por
tanto, la imposibilidad de realizarlo es más que evidente. Solo por su Gracia y
acción de su Espíritu podemos sostenernos en su Voluntad y responder a su
llamada. A esa llamada que el quiera para cada uno de sus hijos.
A nosotros nos toca rezar y rezar. Rezar cada día con deseos de encontrarnos con Él y de deja que nuestro corazón ame y ame como Él nos ama. Rezar y esperar a que el decida por donde debemos ir y caminar según su Voluntad. Eso sí, nos toca estar a la escucha, atento y expectante y en actitud perseverante de oración. Amén.