sábado, 2 de julio de 2022

LA CUESTIÓN DEL AYUNO

 
Detrás del ayuno debe haber un motivo de amor. Es decir, ayunamos para fortalecernos en la sobriedad y equilibrio de no dejarnos vencer por la pereza, la comodidad, la irresponsabilidad, el deseo de la vagancia y el placer…etc. El ayuno tiene valor y significado cuando su causa demanda solidaridad, fortaleza y deseos de levantar a otro. Por tanto, no hay motivos de ayuno cuando no hay causa que lo justifique. Esa es la respuesta que da Jesús hoy en el Evangelio: ¿Es que puede guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegaran días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.

El ayuno tiene sentido cuando en él perdemos algo que beneficia a otro. Es de sentido común sacrificarnos, a costa de menoscabar nuestra seguridad o bienestar, para ayudar y beneficiar a los que realmente lo necesitan. De modo que, ayuna por ayunar no tendría sentido, y menos cuando celebramos y tenemos al Novio con nosotros. Dios no quiere que lo pasemos mal ni que hagamos sacrificios. Al contrario, quiere misericordia, comprensión y solidaridad con aquel que necesita del que tiene para vivir con dignidad. Es entonces cuando el ayuno cobra todo su sentido.

 

―Me cuesta entender lo del ayuno ―comentó Pedro. No llego a entender el motivo por el que hay que mortificarse ayunando y privándote del gozo de un placer.

―El ayuno tiene sentido ―dijo Manuel― cuando está orientado a hacer algo en favor de otro. Te mortificas, te privas de algo para fortalecer tu equilibrio y resistir ante la tentación o conseguir una mejora para alguien necesitado. Ya sea alguna privación, mortificación o sacrificio.

―Es decir ―dijo Pedro― ayunar por ayunar no tiene sentido.

―Evidentemente ―respondió Manuel. El ayuno siempre debe ir orientado a un fin que ayude y mejore a otro. Incluso a ti mismo. No tiene sentido hacerlo cuando no hay necesidad o está el Novio presente, refiriéndose Jesús a Él. Son momento de alegría y gozo y, por supuesto, no cabe el ayuno.