lunes, 18 de mayo de 2020

CONTAMOS CONTIGO, ESPÍRITU SANTO

Catholic.net - Se conmovió y la amó profundamente
Jn 15,26—16,4
Nuestra confianza está puesta en el Espíritu de la Verdad, que nos fue prometido por Jesús: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

 El mismo Espíritu que acompañó a Él al desierto y a la oración en silencio; al servicio, a y para los demás; a la Cruz, entregando tu vida en cada instante por servir a los demás; al gozo y la alegría de saberse enviado por el Padre, hacer su Voluntad y permanecer, conociéndose glorificado por el Padre, Resucitado,  y a la comunión y unión con la comunidad, donde el Espíritu se hace presente, en y con la Iglesia, lugar donde tu amor encuentra la posibilidad de expresarse y concretarse.

Jesús consciente de nuestras limitaciones no nos deja solos.  Es obvio que tiene que irse, pues no puede permanecer con nosotros físicamente presente. Hoy tendría 2020 años y eso dejaría sin sentido la necesidad de la fe, pues, su sola presencia tan hermosa, poderosa y de gran autoridad bastaría para creer. Y la Voluntad del Padre ha sido darnos la libertad para, desde ella, tener la capacidad de elegir. Por eso, la fe nos es tan necesaria y con ella la confianza. Confiar en Jesús, no sólo en los momentos que todo viene bien sino, precisamente, en los momentos de cruz, de calvario, de oscuridad y hasta de confusión.

Para dar testimonio de nuestra fe necesitamos pruebas. No podemos afirmarnos en nuestra fe cuando todo viene bien rodado, sino cuando todo parece contradictorio y confuso. Y, precisamente, es para eso para que se haga presente el Espíritu Santo. Recordemos a los apóstoles en el cenáculo, ¿creen que hubiesen sido capaces de dar testimonio de Jesús sin la fuerza y la sabiduría del Espíritu? Igual nos sucede a nosotros, el Espíritu Santo nos acompaña, se queda con nosotros, y no para cruzarse de brazos, sino para impulsarnos, lanzarnos y fortalecernos en ese turbulento camino de tentaciones y dificultades donde nuestra fe y, sobre todo, confianza en nuestro Padre Dios necesita afirmarse, apuntalarse y perseverar.