Es la pregunta que
debemos hacernos: ¿Merezco yo más por ser llamado antes? ¿Merezco yo más por
haber trabajado más horas? ¿Merezco yo más por haber recibido más talentos y
más oportunidades en mi vida? ¿Merezco yo más por tener la fortuna de haber
nacido en una familia que me ha educado y formado para ganarme la vida?
¿Merezco yo más por tener la fortuna de vivir en un país donde se respeta la
libertad y los derechos humanos? Ésta y otras muchas más preguntas debemos tener
muy presente a la hora de mirarnos el ombligo y creernos con más derechos que
otros.
Todo nos ha sido
dado y regalado gratuitamente. Simple y pura gratuidad del Amor Misericordioso
de nuestro Padre Dios. Y a nosotros solo nos queda el responder plenamente
dando, de la misma forma, gratuitamente todos esos talentos recibidos en las
situaciones favorables en las que nos ha tocado vivir. Sea de madrugada, de
mañana, a medio día, a media tarde o al caer el día nuestra labor debe ser
igual, plena y gratuita, sin mirar para el otro ni compararme con el otro. Todo
es Gracia de Dios.
¿Acaso nacerá la
envidia en mí por ver que el otro recibe lo mismo que yo gratuitamente? ¿Acaso
no debo responder plenamente a la Voluntad de mi Padre que me regala la vida y
la plena felicidad? ¿Es que soy juez de mis hermanos? ¿No debo vaciar mi vida desparramando
todo lo recibido en bien de los demás, sobre todo de aquellos que más lo
necesitan?
Quizás sean esos
interrogantes a los que debemos dar respuesta mientras esperamos en la plaza a
alguien que nos contrate y nos dé trabajo. Experimentar la satisfacción de ganarnos
dignamente el pan que recibimos con nuestro trabajo es algo tan hermoso y gozoso
que nos llena de paz y alegría. Pero, más todavía cuando descubrimos a un Padre
Bueno y Misericordioso que nos ama sin límites y quiere el bien para todos sus
hijos.