jueves, 18 de octubre de 2012

TODOS SOMOS APÓSTOL...

 Lucas 10, 1-9. En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los


porque todos con nuestro ejemplo de vida damos testimonio de la fe en la que creemos. Dejamos de ser apóstol cuando nuestra vida va por un camino que no encaja con nuestra fe. Y dejamos de ser apóstol cuando nuestra fe no nos compromete con nuestra vida y nuestro obrar.

Por y en nuestro Bautismo hemos contraído la responsabilidad de sacerdote, profeta y rey, y como tal he de responder a esa triple misión a la que he sido llamado. Pero no se trata de salir e irme a otros lugares. Sí, quizás para uno puede ser esa su misión, pero para otros será en el lugar que cada uno ha sido puesto por Dios.

En tu familia, en tu trabajo, en tu oficina, en tu círculo de amigos, en tu vida social y de ocio, en todas partes que te encuentre eres hijo de Dios. Y como tal tu fe se nota, se transmite, se contagia, se transparenta y se vive. Y los que están cerca de ti se pregunta de dónde te viene esa fe, porque lo que se vive se ve.

Se ve en tus relaciones con los demás; en tu disponibilidad con los demás; en tu actitud de servicio y atención a los problemas y situaciones de los demás; en las cosas y detalles pequeños con los demás. Se nota, y ese notoriedad interpela, inquieta, transmite y mueve. 

Mueve a hacer lo mismo, a vivir lo mismo y a buscar esa felicidad que se encuentra cuando te das y te pones al servicio del otro. Sólo así tu palabra y vida llega a los demás, porque la fe se transmite con el testimonio que se desprende del amor.