El amor no solo
debe quedarse en complacencia sino también debe completarse si es necesario con
la amonestación. Es decir, advertencia de que lo que se está haciendo no es lo
correcto. Y esto debe estar supervisado, de alguna manera, por la comunidad.
Decimos que la verdad no está en uno sino en todos, pues bien, ese es el
sentido, de que entre todos encontraremos el camino recto. Dios está en el
medio y a Él recurrimos para encontrar luz en el camino.
Nunca podremos
erigirnos como depositarios de la verdad. Y menos de forma individual. El Señor
nos habla de la comunidad, y es la comunidad orante y a la luz del Espíritu
Santo donde tenemos y debemos buscar esa luz que nos permita alumbrar al
hermano que se desorienta o toma un camino equivocado.
Por tanto, no se
trata de corregir o advertir como si fuésemos correctores o vigilantes, sino de
buscar la mediación de los demás para entre todos y, sobre todo, en la oración
abiertos al Espíritu Santo, encontrar la orientación que nos ilumine y nos dé
las pautas correctas para vivir en la Voluntad de nuestro Padre Dios.