Si nos detenemos y
pensamos serena y reflexivamente, nos damos cuenta de que el momento que nos ha
tocado vivir es exactamente igual que el pasado y que el que vivió Jesús. Es
evidente que hay diferencias en el tiempo, en los avances técnicos, en las
formas de vivir…etc. Pero la esencia del pensamiento y la sustancia de las ideologías
marcan las mismas pautas.
Aquellos, como los
de hoy, tienen sus entendimientos bloqueados. Están instalados, como quizás nos
sucede ahora, en sus propias convicciones. Ya no buscan a Dios, han parado sus
inquietudes y permanecen encerrados en sus ideologías, enquistados en su razón
y alejados de la realidad. Viven en su propio mundo y pierden la esperanza del
reino de Dios.
No saben ni
conocen ni entienden el bautismo de Juan. No se atreven a responder si
realmente viene del Cielo o es cosa de los hombres. Están cerrados, en su
ideología, a lo que simplemente entienden. Enquistada su razón, no escuchan ni
atienden a lo que pueda decirle Jesús. Solo buscan pruebas y olvidan la
evidencia y necesidad de la fe. Porque, Jesús, el Señor, quiere nuestra
confianza, nuestra fe. No se muestra en la seguridad sino en aquel que se fía y cree en su Palabra.
Y precisamente, la
autoridad nace de la humildad y el servicio. No es respetado quien impone y se
impone, sino el que se humilla, se ofrece, se da y sirve. De ahí que la
autoridad con la que Jesús se presenta es la que todos aceptan y siguen. No
manda quien sabe más o tiene más fuerza, sino quien se da más y sirve con
verdadera humildad. Yeso pasó en tiempos de Jesús, Él es la referencia y el
modelo, y sucede hoy también. Los que mandan no sabe si el bautismo de Juan
viene del Cielo o es de los hombres.