miércoles, 28 de noviembre de 2018

EN LA HORA DE LAS PRUEBAS

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Lc 21,12-19
Hay muchos momentos a la hora de la verdad donde se descubre la firmeza y la fe que habita en tu corazón. Cuando el camina es llano y no presenta dificultades, de noche todos los gatos son pardos, dice el refrán. En los tiempos de bonanza todo se puede aparentar y esconder, pero cuando llegan las dificultades nuestra fe se pone a prueba.

Y en la vida no nos faltarán momentos de pruebas. Hay mucha gente que se enfada con Dios porque las cosas no le van como ellos quieren, o por dificultades que se les presentan en la vida. Y cuando mis deseos no son atendidos como yo quiero rompo mi amistad con Dios. Podríamos decir que la fe de esas personas está cogida con alfileres. No es una fe comprometida ni nacida de un encuentro serio y responsable.

Y no es algo que nos pueda coger desapercibido. Jesús nos ha dejado muy claro - Lc 21, 17 - que lo pasaremos mal. El mundo va por otro lado y los valores del mundo están sometido a la economía. Cuando algo, incluso respecto a la persona, queda bajo el termómetro de la economía, manda la economía, valga la redundancia y la persona queda por debajo. 

Es decir, priman los intereses económicos antes que los intereses de las personas. Por lo tanto, nuestro camino por este mundo es un camino de lucha, de batalla y de penuria. En muchos momentos seremos marginados, excluidos y maltratados. De hecho, lo estamos viendo ya en muchos países donde los creyentes en Jesús de Nazaret son perseguidos y condenados a muerte, y en otros tratan de excluir su mensaje y desterrar de las escuelas la proclamación de la Buena Noticia.

Nos toca sufrir al igual que el Maestro porque la verdad duele a quienes viven en la mentira y la apariencia; a quienes buscan el poder y la riqueza y a quienes piensan encontrar la felicidad en las cosas de este mundo. Sí, habrá momentos de oscuridad, de sufrimiento y terror pero, todo pasará y renacerá la esperanza y la luz. «Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».