domingo, 16 de junio de 2019

SANTÍSIMA TRINIDAD

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Jn 16,12-15
Dios se nos ha revelado de diversas maneras. No es un Dios que se nos ha escondido y del que no sabemos nada. Hay mucha gente que cree en Dios, pero un Dios que describen como algo misterioso o energía que ha creado el mundo. Y no es así. Dios se nos ha revelado de manera especial y muy concreta en una Persona con Naturaleza Humana. Su Hijo Jesucristo, que nos ha revelado y mostrado el amor paterno del Padre en muchos momentos y de varias manera pero, de forma muy especial, en la parábola del hijo pródigo o Padre Misericordioso.

Y, luego, Dios Padre y Dios Hijo han comunicado a su mismo Espíritu en la Persona del Espíritu Santo. El Espíritu Santo que el domingo pasado celebramos su venida en la comunidad de los apóstoles, donde estaba María y donde comienza la Iglesia su camino y su misión.  Por ello, los cristianos reconocemos un sólo Dios manifestado en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres formas personales de presentarse Dios para ser conocido y comprendido por los seres humanos.

Por eso, reconocer a Dios es dejarse llenar plenamente de su vida, de su amor derramado en su hijo y en su Espíritu. Es sentirse sus propias criaturas como verdaderos hijos y coherederos, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, de su Gloria. Por todo ello, la ausencia de Dios significa quedarnos a merced de la carne, del mundo y del demonio, los verdaderos peligros del alma.

Por medio de Dios, que se revela en Jesús, su Hijo y nuestro Señor, y con el don de su mismo Espíritu, el ser humano puede llegar a la plenitud para la que ha sido creado por el mismo Dios.