| Lc 21, 20-28 |
Es evidente que las
cosas no van bien. Se habla del cambio climático, de plagas, virus, catástrofes,
terremotos, y de la inestabilidad con la que el mundo se siente amenazado.
Aumentan los
enfrentamientos, la guerra por la supremacía económica, el poder, el control
del mundo y muchas cosas más.
Y las consecuencias de
todo esto derivan en una destrucción sistemática y progresiva.
El mundo va camino de su
propia destrucción.
—En estos tiempos de angustias y oscuridad la gente busca donde
agarrarse y encontrar un hálito de esperanza —dijo Fernando.
—Es normal —añadió Pascual—, solo nos acordamos de Santa Barbara cuando
suena.
—Evidentemente
—respondió Fernando. Pero eso no consuela a nadie. Mejor prepararse para ese
final que de una u otra forma vemos que se acerca.
Manuel que permanecía
impasible escuchando la conversación entre Fernando y Pascual, decidió
intervenir.
—El final no estará exento
de signos que nos lo irán indicando. Jesús nos lo indica en Lc 21, 20-28,
cuando nos dice que las potencias del mundo serán sacudidas. Entonces verán al
Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Y Mirando para todos los allí reunidos, concluyó:
Cuando empiece a suceder esto —nos dice Jesús— levántense, alcen la
cabeza, se acerca su liberación.
Todos quedaron enmudecidos. El silencio reinaba en el ambiente.
Solo aquellos cuya fe estaba
puesta en el Señor dibujaron una sonrisa en sus caras iluminados por la
esperanza.