Toda mi vida está
fundamentada en el inicio – nacimiento – y la muerte – mi fin ‒. A partir de
ahí mi vida tiene sentido solo en el Señor. Porque, solo Él tiene poder para darle
de nuevo vida – resurrección – plena de gozo y felicidad eterna.
Sin Él todo pierde
sentido y mi camino es un camino que va directo a la muerte. ¿Qué esperanza me
sostiene si mi vida no la fundamento en su Palabra que da vida eterna? ¿Acaso
el mundo me ofrece vida eterna? Lo que es caduco tiene su tiempo contado. Solo
Jesús es Camino, Verdad y Vida, y en Él mi vida toma verdadero sentido y se llena
de infinita esperanza.
¿No sientes regocijo,
paz y alegría y, sobre todo, gran esperanza el saber que Jesús ha ido a
prepararnos un lugar en la Casa de su Padre? Nos lo ha prometido con sus
propias Palabras: «En la casa de mi
Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a
ustedes, porque voy a prepárales un lugar. Cuando me vaya y les prepare un
lugar, volveré y los llevaré conmigo, pare que donde yo esté, estén también
ustedes».
Eso significa que nos espera y que vendrá cuando decida que es el momento. Tener eso presente y llevarlo grabado a fuego en nuestro corazón nos dará fortaleza para sostenernos en su Palabra y esforzarnos en cumplir su Voluntad tanto espiritualmente como de obras. Nos reconocemos débiles y pecadores pero, también sabemos de su Infinita Misericordia. Eso nos dará confianza y mucha esperanza en el momento que nuestra hermana muerte, recordando a San Francisco de Asís, toque a nuestra puerta. Entonces se nos abre la verdadera puerta que nos lleva a la Casa del Padre.