lunes, 21 de junio de 2021

JUSTICIA Y MISERICORDIA

 

Todos estamos de acuerdo en que la justicia es necesaria y exigimos su cumplimiento. Sin embargo, también sabemos por la experiencia que, la exigimos aplicarla para todos, menos para nosotros. En nuestro caso personal, llegado el momento, pedimos y hasta exigimos misericordia, lo que no ocurre con los demás. De alguna manera experimentamos que la justicia se presenta siempre modificada por los intereses personales de cada uno. 

El Evangelio de hoy lo resume muy bien al decirnos: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo?

Es evidente que la vida clama justicia, pero, más evidente todavía es que necesita de la misericordia, porque, sin misericordia no tendríamos ninguna posibilidad de redimirnos. Precisamente, la propia condena penitenciaria es una clara transparencia misericordiosa donde se condena a recluirse unos años - privados de libertad - con el objetivo de redimirse pagando su delito. Podríamos, incluso imaginarnos, un purgatorio terrenal.

Lo evidente es que necesitamos misericordia, una misericordia Divina que imparte justicia. Precisamente es Misericordiosa porque es justa; y también es justa porque es Misericordiosa. Así nos juzga Dios, a diferencia de nuestra justicia humana que prescinde de la misericordia. Dios nos salva por su Infinita Misericordia que nos perdona y nos da la oportunidad de resarcirnos justamente. Claro, entendemos que necesita nuestro arrepentimiento y, por tanto, nuestra penitencia como signo evidente de nuestro arrepentimiento.