Y
esa paz no la da el mundo. Porque, el mundo quiere más, quiere y exige poder, éxito,
fama, riqueza y placeres. La verdadera paz no se encuentra ahí. Es una paz
artificial y construida sobre arena movediza. La verdadera paz es la que da y
nos ofrece Jesús. Nos lo dice y da en el Evangelio de hoy: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la
doy como la da el mundo.
Contradictoriamente, hoy se habla mucho de paz, pero una paz que siempre se ofrece con condiciones, con recompensa, con sumisión. No es la paz de la que habla el Señor, ni mucho menos la que ofrece. Se trata de una paz apoyada en el amor. Una paz construida desde la verdad y la justicia. Una paz solidaria y fraterna donde las personas experimentan respeto a sus derechos y a su dignidad de hijos de Dios.