Es evidente que el
poder nos ciega. Cuando te ves más fuerte que otros y con poder para ordenar que
se cumplan tus pensamientos e ideas, impones tu ley. No atiendes a razones
porque eso descubre tus errores y exiges el cumplimiento incluso a expensas de
que otros queden perjudicados.
Es el caso que hoy
descubre el Evangelio. Jesús no permanece al margen de esa ley errónea que
impide el bien de ese hombre que tiene su mano derecha paralizada. Eso descubre
su fuerte dependencia, pues sabemos que todos nuestras accione de la vida
cotidianas las hacemos con la mano derecha. No poder hacerlo dificulta mucho tu
desenvolvimiento de tu vida diaria. Urge, por tanto, solucionarle ese problema
y no esperar.
La ley no puede
interrumpir el bien, lo urgente y necesario que necesita el hombre en cada
instante de su vida. Es absurdo poner leyes que van contra el propio bien del
hombre. Y Jesús se enfrenta a esa ceguera necia de los que se creen sabios y
superiores.
Hoy suceden muchas
cosas que también atenta contra la verdad, justicia y bien del hombre. No hace
falta indagar muchos para, mirando a nuestro derredor, descubrir muchas
mentiras, injusticias y atentados contra el bien del hombre y de los pueblos. Se
hacen leyes que no son buenas para todos y si para los que quieren sostenerse
en el poder. Experimentamos que el Evangelio es actual, de hoy, y nos
corresponde ponerlo en práctica y anunciarlo.
La verdad no se
puede adulterar, ni introducirla falseada en la ley como algo normal. La ley
está hecha para el bien del hombre y todo lo que no encaja en ese bien está
fuera de la ley. No está el hombre supeditado y sometido a la ley sino al
revés. La ley para servir al hombre. Es evidente que la cosa está muy clara y
quien no quiere verla es porque está y quiere mentir.