Esa es la
consigna: «Dejarlo todo y seguirle»
Ese es el espíritu de no llevar sino simplemente un bastón y una túnica. Se trata
de apoyarse simplemente en Jesús, confiar en ÉL y remar mar adentro echando las
redes.
Ahora, ¿Dónde está
ese mar adentro de nuestra historia? ¿Dónde tenemos que echar nuestras redes?
¿Dónde ponemos nuestras seguridades? Esa es la historia personal de cada una a
la que tendremos tendremos que retar y desafiar. Pero, nunca solos, sino
siempre en el nombre del Señor y en manos del Espíritu Santo.
Porque, la cosecha
vendrá siempre por la Gracia del Señor, aunque la barca sea nuestra y nosotros
la que la movamos mar adentro. Dejarlo todo y seguirle es el reto de nuestra
fe. Los apóstoles lo hicieron, y testigos de ello es esa Buena Noticia que nos
llega a nosotros. Será también testigos de nuestra fe si también nosotros –
valga la redundancia – somos capaces de que esa Buena Noticia llega a las
futuras generaciones que siguen a la nuestra.
De cualquier modo,
nuestra actitud debe ser la de ponernos en manos del Espíritu Santo y tratar de
dejarnos guiar por sus impulsos y señales. Ese será nuestro reto, el de
responder a la llamada del Señor.