sábado, 1 de diciembre de 2018

LA PRESENCIA DEL SEÑOR

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Lc 21,34-36
El mundo es un paraíso para muchas personas y un infiernos para otras. En estos momentos hay seres humanos que viven en gran abundancia y con toda clase de bienes y privilegios hasta en el campo de la salud. Digamos que viven en la gloria por escenificarlo de alguna manera. Pero, por otro lado, pasa lo contrario. Hay muchos seres humanos que viven, no sólo en la pobreza más absoluta, sin techo y sin las necesidades primarias necesarias, sino también bajo la voluntad de otros que los oprimen, explotan y excluyen de sus derechos.

Vivimos en una sociedad liberal donde lo que prima y es más importante es la economía y, debido a eso, hay muchas personas, sobre todo los débiles y pobres, que son marginados y excluidos de sus derechos como personas. Es la paradoja de la vida. Unos tantos y otros tan poco o nada. Sin embargo, lo importante es estar, tanto de un lado como del otro, en la presencia del Señor. Porque, todo, tanto la abundancia como la escasez son factores finitos que desaparecerán y sólo quedarás Tú, Señor, dueño de cielos y tierras.

Tu venida, que esperamos deseosos, en paz y con alegría esperanzada, es para nosotros lo único importante y, en este sentido, estar en tu presencia significa para nosotros el tesoro más valioso. Ello nos exige el compromiso, contraído ya en nuestro bautismo, estar atento a tu Palabra, porque todo lo demás es efímero y sólo nos sirve para seducirnos y alejarnos de tu presencia. La buena vida, despreocupada y distraida con juergas, comilonas, ociosa y facilona nos acomoda e instala alejándonos de Ti, Señor, y centrándonos en nuestros afanes e inquietudes mundanas.

Y, casi sin advertirlo se nos va la vida y llegará ese día señalado, que sorprenderá a todos los habitantes de la tierra y caerá sobre ellos fulminantemente. Y en ellos estamos todos, también este que reflexiona y escribe, Por lo tanto, tratemos de ser fieles al Señor y perseverar en la firmeza de permanecer en su presencia.