jueves, 10 de marzo de 2022

QUIEN PIDE, BUSCA O LLAMA, ENCUENTRA RESPUESTA


Sabemos por experiencia que la insistencia y perseverancia tienen siempre respuesta positiva. Bien es sabido que quien no llora no mama – dicho popular – conocidos por todos. ¿Quién no ha insistido a sus padres por algún deseo o capricho que quería conseguir? Y, también, quién no ha recibido negativa por respuesta si, nuestros padres consideraban que eso no nos hacia bien y no nos convenía? Pues, esas experiencias nos enseñan a pedir e insistir, y, sobre todo, buscar.

Si nuestros padres, pecadores, saben darnos cosas buenas, y son sus deseos, el dárnosla, cuanto más nuestro Padre del Cielo que es Infinitamente Bueno y sabe bien lo que realmente nos conviene y debemos tener. Todos sus regalos van dirigidos a enseñarnos el camino recto y verdadero para estar al final, tal y como decíamos en el Evangelio del lunes, a la derecha de nuestro Padre Dios. Porque, todo lo que tenemos y somos son regalos gratuitos del Señor. Sí, hacemos cosas malas, pero, debido a nuestra libertad y suficiencia, rechazando lo que el Espíritu Santo – recibido en nuestro bautismo – nos sugiere y señala, y prefiriendo lo que a nosotros nos apetece. Por eso, la gran importancia de ponernos en manos del Espíritu Santo y, aunque no le entendamos muchas veces, dejarnos guiar por sus soplos y alientos.

Ahora, ¿persistimos nosotros con fe y confiados en la escucha atenta, bondadosa y misericordiosa de nuestro Padre Dios? Porque, aunque nos parezca y lo aparentemos, puede ocurrir que ni insistimos ni pedimos con fe. Puede suceder que, más que insistir exijamos, y hasta amenazamos si no recibimos lo pedido. Amenazamos con abandonar pensando que con eso fastidiamos o perjudicamos a nuestro Padre Dios. ¿Acaso no nos damos cuenta qué somos nosotros los perjudicados? Posiblemente, al Señor no le agrade nuestra forma de actuar, pues somos sus hijos y a ningún padre le gusta que sus hijos le desobedezcan, pero nada podemos hacer para molestar o perjudicar a nuestro Padre Dios. Nuestro Padre nos ama, no porque nos necesite, sino porque Él así lo ha querido y, voluntariamente, lo ha dispuesto. Su Amor es un compromiso y, a pesar de nuestros berrinches y pecados, nuestro Padre nos esperará hasta el final de nuestra libertad. Ejemplo, parábola del hijo pródigo.

Todo nos lo ha puesto nuestro Padre Dios en nuestras manos. Dependerá de nosotros pedir, buscar y llamar a Quien nos puede dar lo que realmente necesitamos.