viernes, 25 de marzo de 2022

MARÍA, NO ENTIENDE, PERO SE FÍA DE LA PALABRA DE DIOS


Lc 1,26-38
Es lógico pensar que María no sabía bien lo que Dios se proponía hacer. De la misma manera, más tarde tampoco entendió la respuesta del joven Jesús, que suponían perdido, en el templo. Guardaba todas esas cosas en su corazón, nos dice la Escritura. Igual nos sucede a nosotros en nuestro tiempo. No entendemos los Planes de Dios, pero, a diferencia de María, nos resistimos a aceptarlos y, hasta le discutimos, y le proponemos los nuestros. Es evidente que no entendemos el Misterio de Dios.

Desde esa perspectiva el valor y la grandeza de María se hace patente, importante e inmensa. Con su “Sí” María es la puerta que, por decirlo de alguna manera permite que el Plan de Dios se cumpla. Dios se hace hombre en el vientre de una mujer – la joven María – y, por supuesto, la llena de Gracia y excluye del pecado. La asiste con su Espíritu en su camino hasta el pie de la Cruz junto a su Hijo.

Desde esa perspectiva el valor y la grandeza de María se hace patente, importante e inmensa. Con su “Sí” María es la puerta que, por decirlo de alguna manera permite que el Plan de Dios se cumpla. Dios se hace hombre en el vientre de una mujer – la joven María – y, por supuesto, la llena de Gracia y excluye del pecado. La asiste con su Espíritu en su camino hasta el pie de la Cruz junto a su Hijo.

Sin embargo, eso no le exime de las dificultades y de la cruz que pone a prueba su fe y confianza en su Hijo, como en José, su justo y obediente esposo, elegido también en ese Plan pensado por Dios. Simeón lo anuncia y profetiza en la presentación de Jesús en el templo: Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo, Israel”.

Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, éste ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”. (Lc 2, 22-35)

Esa es María, nuestra Madre. Acepta la Voluntad de Dios, escucha lo que Dios quiere y, sin entenderlo bien, pregunta lo que no sabe y se abre obedientemente al cumplimiento de la Voluntad de Dios: He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra. La grandeza de María, su obediencia, su confianza y su, como si de una niña se tratara, actitud de ponerse plenamente a disposición de Dios, confirma y asiente en hacer su Voluntad.