No solo es una
noticia triste y dolorosa para Jesús sino un preámbulo de lo que le espera a la
suya. Jesús sabe que vivir en la Verdad, esa Verdad de la que Él es Camino y
Vida, le llevará, como sucedió con Juan, a la muerte. Y para Él será una muerte
de cruz.
Posiblemente a
nosotros nos deba suceder lo mismo. Seguir a Jesús y decidirse por vivir en su Palabra
nos revela que nuestra vida debe estar disponible para la entrega por amor a
los demás. Una vida perdida para este mundo, pero ganada para el otro, el
verdadero y eterno en gozo y plenitud.
La vida solo tiene
valor al donarla, al donarla en el amor, en la verdad, al donarla a los demás
en la vida cotidiana, en la familia. Donarla siempre. Si alguien toma la vida
para sí mismo […] la vida muere, la vida termina marchitada,
no sirve (Papa Francisco – 08/02/2019).
Y la alegría solo
se encuentra cuando somos capaces de donarla y compartirla con los demás. Una
alegría que no se comparte y se interioriza deja de ser alegría, se convierte
más en un secreto y deja de alegrar el corazón. La alegría solo tiene sentido
cuando se es capaz de compartirla, darla y entregarla gratuitamente. Visto así coincidimos
con el Papa Francisco de que la alegría solo es verdadera alegría cuando es
misionera. Es decir, se da y se comparte sobre todo con los más tristes y
necesitados.
Ese es el
misterio. Juan entregó su vida lleno de paz y de gozo interior. Porque solo el
saberse en el camino correcto, honrado y verdadero es motivo de gozo y alegría.
Y solo desde esa alegría y gozo de paz interior se puede ofrecer no solo la
cabeza sino el cuerpo entero. Porque nada tiene más valor que la firme decisión
de mantenerse fiel en la fidelidad al Señor. Así, no solo nos lo dice el Hijo
con su Vida y su Palabra, sino también con su entrega plena crucificado en la
Cruz. Como Juan el bautista, Jesús, el Señor, entregó su Vida por todos
nosotros.