El hecho de
confiar en alguien supone cierta dependencia. No confías cuando tú eres tu
propia confianza y tu seguridad está afianzada en ti mismo. Al no depender de nadie
no necesitas poner tu confianza en nadie. Ese es el problema, la suficiencia de
pensar y creer que tu salvación, tu felicidad y tu gozo están y dependen de ti.
Llegará el momento de que te darás de bruces y toda tu vida se desmorona y
viene abajo.
Simplemente, desde
el momento que reconozca tu dependencia de otros, tus padres, tu familia, pueblo,
sociedad…etc. te darás cuenta de que en última instancia tu vida está en manos
de tu Padre Dios, que te ha creado y te ha dado la oportunidad de alcanzar esa
vida gozosa y eterna que tanto ansías y buscas.
Y eso es
precisamente ser como niño, descubrir que todo tu ser y tu vida está en manos
de Dios, y que confiado en Él caminas alegre y sabiéndote hijo de un Padre
Bueno y Misericordioso que te cuida y te salva. Lo has hecho mientras crecía
hacia la adultez con tus padres, hermanos, maestros, amigos…etc. y ahora, una
vez descubre a tu Creador, Dios, caminas confiado y abandonado en sus manos.
Es evidente que
mientras no saquemos de lo más profundo de nuestro corazón esa alma de niño,
que tuvimos en nuestra infancia, no podremos estar en disponibilidad de ponernos
en manos de nuestro Padre Dios. Ser como niño es saber que tenemos un Padre
Dios que nos salva. Y nos salva por su Infinita Misericordia. En ella nos
confiamos y nos abandonamos.